ROMA.- El papa Francisco, que durante su etapa como arzobispo de Buenos Aires solía recorrer las zonas más desfavorecidas de la capital argentina, visitó uno de los barrios de peor reputación de Italia durante su visita a Nápoles.
Scampia es un bastión de la mafia local, la Camorra. Más de cien personas murieron en ese barrio napolitano entre 2004 y 2005 en una brutal guerra entre clanes que fue descrita en “Gomorra”, el libro escrito por Roberto Saviano.
“Queridos hermanos y hermanas, quería empezar aquí mi visita a Nápoles”, aseguró Francisco, rodeado de niños, a los vecinos de Scampia. Frente a él, en un cartel podía leerse: “No rendirse al mal, nunca”. Desde ese lugar tocado por el crimen y el desempleo, el papa argentino arremetió contra la corrupción, la injusticia económica, la discriminación de los migrantes y la explotación de los trabajadores.
“La corrupción apesta, una sociedad corrupta apesta, y un cristiano que deja que la corrupción se quede con lo mejor de él, apesta”, afirmó el Papa, que también criticó los trabajos mal pagados y no regulados. “Eso se llama esclavitud, eso se llama explotación, eso no es humano, no es cristiano”. Pero Francisco envió un mensaje de aliento: “Queridos napolitanos: ¡No se dejen robar la esperanza! No cedan a las lisonjas de ganancias fáciles o rentas deshonestas. Reaccionen con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, a los pobres y a los débiles, con el cínico comercio de la droga y otros crímenes”.
El Papa aseguró que incluso los miembros de la Camorra pueden redimirse. “La Iglesia repite a todos los criminales y sus cómplices: ¡Conviértanse a la justicia del amor! ¡Déjense encontrar por la misericordia del Señor! Con la gracia del Señor es posible volver a una vida honesta”, afirmó.
La Iglesia católica fue acusada en el pasado de cerrar los ojos ante los crímenes de la mafia, especialmente en el sur de Italia. Pero comenzó a condenarlos cada vez más desde principios de la década de los 90 del pasado siglo, cuando el papa Juan Pablo II hizo una histórica visita a Sicilia. “El Señor dijo: ‘No matarás’. Nadie, ninguna organización humana puede cambiar e infringir la mayor ley sagrada de Dios”, señaló el fallecido papa polaco en 1993 en el Valle de los Templos de Agrigento.
En ese discurso, pronunciado un año después del asesinato de los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, Juan Pablo II aseguró que la mafia era una “cultura de la muerte”. “¡Conviértanse! ¡Un día la justicia de Dios llegará!”, advirtió a los mafiosos.
En otro gesto de gran simbolismo, el papa Benedicto XVI reconoció en 2012 el martirio del padre Pino Puglisi, un cura antimafia de Palermo que fue asesinado en 1993. El sacerdote fue beatificado ante 80.000 personas. El propio Francisco aseguró en junio que los mafiosos “están excomulgados” durante una visita a Calabria, donde actúa la ‘Ndrangheta. Tras escuchar las palabras del pontífice, los presos calabreses se quejaron ante un cura porque ya no tenía sentido para ellos asistir a misa.
Los mafiosos suelen ser muy religiosos. Bernardo Provenzano, antiguo líder de la mafia siciliana (la Cosa Nostra), utilizó durante más de 40 años pasajes de la Biblia para enviar mensajes cifrados. El padre Luigi Ciotti, objetivo número uno de la Cosa Nostra, destaca la importancia de que la Iglesia católica siga levantando la voz contra los grupos del crimen organizado.
Pero el cardenal Crescenzio Sepe asegura que hay una política de tolerancia cero contra la Camorra. Según contó los mafiosos tienen prohibido ejercer como padrinos en los bautismos y confirmaciones y se les niega la comunión y los funerales eclesiásticos. (DPA)